Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.

El pasado domingo, 21 de marzo, fue un día señalado. Por una parte, daba comienzo la primavera (bueno, en realidad este año dio comienzo el día anterior, 20, por la mañana. Pero la fecha establecida para dar por iniciada esta estación es el 21, y con ello nos vamos a quedar), y por otra parte se celebraba el Día Mundial de la Poesía.

Hay días para todo, es un sentimiento general. Y es cierto. Pero no podemos negar que este día es bonito. Que la poesía es bonita, en realidad.

Y por ello he querido dedicar este Minuto a profundizar un poquito entre la poesía y el medio ambiente.

Porque todos sabemos que el tema por antonomasia en este género literario es el amor. La poesía se presta a reflejar sentimientos con una fuerza que la prosa no alcanza (o que lleva a cabo de diferente manera, para ser más exactos), y el amor sigue siendo el sentimiento preponderante a la hora de escribir.

Pero la naturaleza, la relación entre las personas y ella e incluso la denuncia de los desmanes que nuestra especie muy a menudo comete contra la que solemos llamar (aunque muy poco tratar) Madre se ha hecho también su hueco, y podemos encontrar interesantes ejemplos de ello.

Y algunos de ellos los recoge Isabel Castillo en el artículo “Siete poemas sobre el medio ambiente de autores conocidos”, que hace un buen resumen de las más bonitas estrofas que autores de muy diversas épocas y lugares han escrito en honor de la naturaleza. Trabajos que, además, os animo a leer. Recoge trabajos tan diversos como:

  • La Tierra, de Gabriela Mistral

  • La canción de los pinos, de Rubén Darío

  • Hombre que mira la tierra, de Mario Benedetti

  • Silva a la agricultura de la zona tórrida, de Andés Bello

  • Paz, de Alfonsina Storni

  • El árbol, de José Joaquín Olmedo

Y “A un Olmo seco”, de Antonio Machado. Poema que, con vuestro permiso, voy a leer en antena, pidiendo perdón de antemano si no soy capaz de leerlo del mejor modo posible.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

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