Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.
En este primer Minuto del año 2022 he escogido una noticia que me ha parecido un fiel reflejo de la realidad medioambiental actual.
Inmersos en la Agenda 2030, con el horizonte de los ODS y los discursos nacionales para transformar nuestra energía en energía verde, resulta que durante los próximos meses miles de aviones sobrevolarán los cielos de nuestro continente vacíos. Y lo harán porque la legislación europea así lo exige. Las aerolíneas deben comprar derechos de aterrizaje para poder poner en circulación sus vuelos, y si no utilizan esos derechos los pierden de manera automática, de modo que cualquier otra compañía puede comprarlos. Esta normativa tiene toda la razón de ser, en circunstancias normales, para evitar que las compañías más grandes compren derechos que no utilizan, a los meros efectos de evitar que otras compañías puedan operar. Pero desde hace casi dos años no vivimos en condiciones normales.
En un primer momento, la UE fue ágil y tomó medidas al respecto. La normativa exigía el uso de, como mínimo, el 80% de los derechos comprados, y ese porcentaje se redujo al 50% cuando la pandemia estalló. Pero desde entonces no se ha movido ese porcentaje, a pesar de que las diversas olas (y especialmente esta última provocada por Ómicron) han supuesto retrocesos en la utilización de estos vuelos.
El CEO de Lufthansa, Carsten Spohr, ha asegurado en una entrevista al Fránfurta Allgemaine Tsaitun que en “casi todas las demás partes del mundo se han establecido exenciones para no perjudicar al clima, pero la UE no lo permite”.
Por su parte, la comisaria de Transporte, Alina Valean, todavía no se ha pronunciado, pero desde su departamento aseguran que la reducción ya es lo suficientemente flexible. 
El caso es que sólo Lufthansa tiene previsto operar 18.000 vuelos fantasma durante los próximos meses, y Brussels Airlines otros 3.000. Y son sólo dos compañías aéreas.
¿Por qué lo considero un fiel reflejo de la realidad medioambiental actual? Por la incongruencia entre los discursos de las administraciones y la realidad de los hechos que, siendo a todas luces incomprensibles (no sólo en lo medioambiental, sino también en lo económico), se producen ante la imposibilidad (según ellas) de las administraciones de evitar sinsentidos. Con el peligroso efecto de que los ciudadanos dejen de evitar actividades contaminantes en su día a día ante la evidencia de que, por mucho que reciclemos o cojamos el autobús, nuestros actos quedan en nada ante la falta de colaboración de los grandes entes contaminantes.
Y hablando acera de ese fiel reflejo de la realidad actual, no puedo evitar recomendaros una película que se ha estrenado durante estas navidades: No mires arriba. En tono de sátira, con un humor ácido que recuerda a Los Simpson, esta película con una extraña fotografía nos habla acerca del comportamiento humano ante la evidencia de algo invisible. Y lo hace con la metáfora de un meteorito que se dirige hacia La Tierra. No dejéis de verla, si tenéis oportunidad. Está en Netflix.
Hasta la semana que viene, amigos.

Volver