Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.
En más de una ocasión hemos hablado acerca de los problemas medioambientales que genera la industria textil en nuestro planeta; los ingentes desplazamientos de las telas a los países donde se fabrica la ropa, y después de estos países hasta el resto del mundo, donde se venden, así como la ingente cantidad de recursos naturales (fundamentalmente agua) que se precisa para la fabricación de la ropa.
A todo ello debemos sumar los desechos que se generan, y el ínfimo porcentaje de ropa que se recicla (poco más del 12% en nuestro país).
Pues bien, una investigación de la agencia de noticias AFP sacó a la luz el pasado mes de diciembre unas imágenes terribles, que no hacen sino mostrar una realidad que unos ignorábamos, y que otros ocultaban.
El desierto de Atacama, en Chile, se ha convertido en un enorme vertedero de ropa que no deja de crecer día a día. Se calcula que cerca de 59.000 toneladas de ropa desembarcan cada año en la cercana ciudad de Iquique. De ellas, 39.000 son trasladas a dicho vertedero.
Se trata de prendas de ropa, muchas de ellas sin estrenar, que llegan al puerto de la ciudad chilena desde Estados Unidos, Canadá, Asia y Europa, descartadas por las grandes marcas de ropa low cost, que fabrican cada año muchísimas más prendas de las que son capaces de vender.
Una vez en Chile, se trata de vender a los ciudadanos de Latinoamérica, que tan sólo son capaces de absorber unas 20.000 toneladas de la ropa recibida, un tercio del total.
El hecho de que miles y miles de toneladas se amontonen en este terreno resulta altamente contaminante, pues la ropa tarda una media de 200 años en degradarse y suponen una fuente de contaminación para la tierra, el aire y las aguas subterráneas que la rodean. Por no hablar de los incendios que la mano humana ha provocado ya en dos ocasiones, al tratar de disminuir el volumen de ropa que allí se almacena por la vía de la cremación, con el impacto ambiental que ello produce.
Conviene recordar que la industria textil es la segunda más contaminante del planeta, sólo por detrás de la de la energía fósil, y la responsable del 10% de las emisiones mundiales de CO2. Esta cifra es equivalente a las emisiones de todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos. Sólo en la Unión Europea, es la responsable del 20% de la contaminación de sus aguas y genera 654 kg de CO2 al año por cada uno de sus habitantes.
Contra esta realidad, lo poco que podemos hacer los ciudadanos de a pie es reutilizar y reciclar nuestra ropa, a efectos de disminuir la compra de nuevas prendas y así, aunque sea a medio o largo plazo, que las marcas disminuyan el número de prendas que fabrican. Pasar ropa que ya no usamos entre amigos y familiares, principalmente la de niños pequeños, y depositar nuestra ropa usada en los contenedores que encontramos en múltiples puntos de nuestra ciudad es algo útil y sencillo.
No obstante, no debemos olvidar que siempre, siempre, siempre (como ya señalaba la semana pasada con el tema de las mascarillas) es mejor reducir nuestro consumo; evitar las compras compulsivas y las modas efímeras, comprando únicamente aquellas prendas que precisamos es la mejor medida ambiental que podemos tomar al respecto.
En este sentido, la Ley de Residuos que está ultimando el Gobierno será, sin duda, de utilidad. Pero de ella os hablaré ya la semana que viene.
Hasta la semana que viene, amigos.

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