Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.
El pasado sábado fue 1 de mayo. Día internacional del trabajador, que cada año se celebra para poner de manifiesto la importancia de esta clase social, indiscutiblemente mayoritaria, y de sus problemas, que van cambiando tanto con el paso del tiempo como con las diferentes miradas que se posen sobre ella.
Y hoy he querido hablar acerca de este día porque, de entrada, el concepto del trabajo, del empleo, parece enfrentado sin remedio al de la sostenibilidad.
No olvidemos los enfrentamientos entre los mineros y los ecologistas; mientras los segundos luchaban por el cierre de esas minas contaminantes y apostaban por las energías renovables, con menor impacto sobre nuestro medio, los primeros defendían que dichas minas se mantuviesen abiertas, ante el temor al desempleo (y todo lo que este conlleva) que producirían esos cierres.
Cada vez que los ecologistas apuestan por reducir el tráfico privado, apostando por transporte público y medios de transporte alternativo (patinetes, motos o coches de alquiler momentáneo), los trabajadores de las grandes fábricas productoras de coches advierten de la necesidad de que todo el mundo se compre un coche nuevo (cada diez años como mucho, a poder ser) para mantener la ingente cantidad de puestos de trabajo que estas fábricas, y las auxiliares, generan.
¿Estamos ante un conflicto sin solución? ¿Son la sostenibilidad medioambiental y el derecho al trabajo dos realidades enfrentadas?
Pues he de decir que no son pocos los intentos de aunar estas dos corrientes de pensamiento (y acción), y ya desde el año 2004 encontramos ejemplos de mesas redondas, encuentros y debates acerca de como establecer sinergias entre los movimientos obrero y ecologista.
La principal premisa es clara, concisa y concreta: no hay empleo en un planeta muerto. Sobre esta base, es fácil dar a la sostenibilidad medioambiental una importancia primordial en el mantenimiento de los puestos de trabajo actuales.
Concretando más, la salud de los trabajadores se ve muy afectada por la contaminación ambiental que se produce en los lugares de trabajo, y el esfuerzo por reducir esa contaminación va a redundar siempre en un beneficio de la salud de los trabajadores, que es el objeto de los sindicatos.
Llevándolo a un terreno más político, por decirlo de algún modo, la concepción de la economía que favorece una destrucción mayor del planeta (el consumo desaforado, siempre basado en el usar y tirar) acaba utilizando a los trabajadores como un elemento más de la producción, en detrimento muchas veces de sus condiciones laborales.
Así que ya vemos como es posible encontrar puntos de encuentro entre estos dos movimientos, a pesar de las diferencias que los separan. Que existen.
El debate para encontrar puntos en común y sinergias que permitan avanzar, una vez, se ofrece como la mejor de las alternativas.
Hasta la semana que viene, amigos.

Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.

Si habéis escuchado las noticias recientemente, puede que os haya llamado la atención escuchar que el ayuntamiento de Zaragoza pretende plantar en la ciudad 700.000 árboles, más árboles que habitantes tiene la urbe en estos momentos.

Obviamente, no se van a plantar en una semana, sino que este objetivo se prevé alcanzar en 2031. Y he querido traer este asunto a nuestro programa por, entre otros aspectos, este hecho: que se trate de un objetivo a largo plazo es algo positivo, pues respalda la idea de que los objetivos de sostenibilidad no deben ser vistos como arma electoral sino trascender la vida de una corporación concreta.

Pero es que, además de ello:

  • Estos 700.000 árboles suponen 1.200 hectáreas verdes, o en el símil que tanto nos gusta, el terreno equivalente 1.100 estadios de fútbol del tamaño de La Romareda. Casi nada.

  • El concepto de esta plantación no es la de crear un enorme bosque nuevo en la ciudad, sino la de plantarlos a lo largo y ancho del municipio, en zonas diferenciadas entre sí, creando pequeños bosques urbanos con biodiversidades diferenciadas (mediterráneas, ribereñas, urbanas o periurbanas).

  • Con esta actuación Zaragoza rondará en 2031 las 1.800 hectáreas verdes, incrementando el patrimonio verde de la ciudad en un 60%.

  • Con este proyecto se prevé absorber, en 40 años, nada menos que 251.768 toneladas de CO2.

Con esta iniciativa se pretende avanzar en la sostenibilidad de la ciudad; al hecho imprescindible de reducir el CO2 que a diario emitimos, se añade el esfuerzo por absorber el que ya se ha emitido hasta el presente.

De modo que, en los próximos meses, será algo habitual observar plantaciones importantes de árboles en diferentes puntos de la ciudad: en otoño comenzarán a realizarse las primeras, que se desarrollarán en las riberas del Canal Imperial, el Gállego y el Huerva, la calle Juan Bautista La Salle y los montes de Torrero.

Bienvenidos sean.

Hasta la semana que viene, amigos.

Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.

El pasado jueves, 8 de abril, se aprobó la primera Ley de Cambio Climático de nuestro país y, como no podía ser de otra manera, el Minuto del Planeta de hoy lo voy a dedicar a este hito histórico.

Histórico porque, a pesar del tiempo que llevamos hablando acerca de la sostenibilidad medioambiental y la importancia de cuidar del planeta para evitar que el daño que le estamos infligiendo acabe siendo irreparable, hasta el momento nunca antes nuestro estado había aprobado una ley específica dedicada a este asunto.

Y el objetivo no es desdeñable, pues el que se ha marcado es el de alcanzar la neutralidad climática de aquí a 2050. Y esta fecha no es escogida al azar, sino que se siguen la propuesta que a este respecto indica la Unión Europea.

Para alcanzar este objetivo se marca un primer año, el 2030, en el que será necesario reducir los gases de efecto invernadero en, al menos, un 23% con respecto a los datos de 1990.

También se pretende alcanzar en ese año una producción de electricidad renovable del 74% como mínimo (actualmente supone un 43%).

Y también se plantea que en ese 2030 al menos el 42% de la energía que se consume en España provenga de las energías renovables.

Un poco más adelante, en 2040, se prohibirá la venta de vehículos que emitan CO2, a excepción de los comerciales. Y ya desde 2023, todos los edificios no destinados a uso residencial y con más de 20 plazas de aparcamiento deberán contar con infraestructuras de recarga eléctrica.

Como novedad, se incluye la obligatoriedad de que todos los municipios de más de 50.000 habitantes deberán adoptar planes de movilidad sostenible en los que marquen zonas de baja emisión (al estilo de Madrid Central o el área de bajas emisiones de Barcelona) que sólo podrán revertirse con el visto bueno del gobierno central.

También se impulsará la financiación del trans porte público.

Se prohibirán el fracking y la apertura de nuevos proyectos de extracción de hidrocarburos, no se harán nuevas concesiones y no se prorrogarán la explotación de estos yacimientos más allá de 2042.

En un plazo de dos años, el Gobierno realizará un estudio sobre la extracción, refinado o procesado de productos energéticos de origen fósil y estudiará cómo reducir su presencia en las administraciones y entidades públicas. Cada cinco años, el Gobierno deberá realizar un plan nacional de adaptación al cambio climático.

Como digo, el objetivo es que en 2050 el 100% de la energía sea renovable. Sin duda, un objetivo tan necesario y difícil como apasionante.

Y un objetivo que nos afecta a todos, en alguna mediad. Y en el que todos podemos colaborar.

Hasta la semana que viene, amigos

Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.

El pasado sábado, 27 de marzo, tuvo lugar la celebración de la Hora del Planeta. En concreto, fue su decimoquinta edición.

Durante sesenta minutos, personas y entidades locales del mundo entero apagan la luz, como un acto simbólico para reclamar medidas y actitudes que ayuden a preservar nuestro planeta.

Un movimiento que nació en 2007, en Sydney, y que actualmente se secunda en países de los cinco continentes; cuatro años después, en 2011, eran ya más de 5.000 ciudades las que apagaban las luces de sus monumentos más importantes el tercer sábado de marzo.

Y como ocurre siempre con este tipo de acciones, surgen las dudas y controversias ¿es realmente útil apagar las luces una hora al año? ¿corremos el riesgo de quedarnos en el detalle, la moda, la corriente, lo cool, y olvidar que en el año hay otras 8.759 horas? ¿se suman organizaciones, públicas y privadas, que buscan venderse como preocupadas por el medio ambiente, pero que a lo largo del año cometen auténticas barbaridades totalmente evitables? ¿es un acto totalmente insuficiente pero, oye, mejor eso que nada?

Lo importante de estas iniciativas es el efecto de concienciación que tienen, la capacidad de llamar la atención de personas de muy diversos lugares y hacer que se interesen por la sostenibilidad medioambiental. El hecho de que empresas privadas e instituciones públicas las utilicen para lavar su imagen y parecer más modernas e interesantes resulta tan estéril como inevitable, por desgracia.

Porque lo importante es, efectivamente, llevar a cabo buenas prácticas a lo largo de todo el año. Apagar las luces siempre y cuando no sea necesario tenerlas encendidas (cuando no hay nadie en una habitación, o viendo la televisión, por ejemplo) o no dejar el standby de los aparatos electrónicos encendidos cuando no los utilizamos, por ejemplo.

También contratar la energía de nuestros hogares a compañías eléctricas verdes, que las hay actualmente.

Utilizar más el transporte público, o las piernas, cuando sea posible y dejar aparcado (nunca mejor dicho) en la medida de lo posible el vehículo privado.

Tratar de reducir el número de envases que adquirimos en nuestras compras (botellas de agua reutilizables en lugar de agua embotellada, hacer nuestro propio zumo de naranja natural en vez de comprarlo de bote, comprar envases más grandes de leche o aceite para reducir el número de botellas que adquirimos al final, etc…).

Tener en cuenta que es mejor un envase de cartón, antes que cristal. Es mejor un envase de cristal antes que uno de plástico. Y es mejor un envase de plástico, antes que dos.

Reutilizar todo aquello que podamos, y reciclar lo que no nos resulte posible reutilizar.

Y sumarnos a la Hora del Planeta del 2022, que tampoco está de más y puede ayudar a que otras personas se paren a pensar en la sostenibilidad medioambiental.

Hasta la semana que viene, amigos.

Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.

El pasado domingo, 21 de marzo, fue un día señalado. Por una parte, daba comienzo la primavera (bueno, en realidad este año dio comienzo el día anterior, 20, por la mañana. Pero la fecha establecida para dar por iniciada esta estación es el 21, y con ello nos vamos a quedar), y por otra parte se celebraba el Día Mundial de la Poesía.

Hay días para todo, es un sentimiento general. Y es cierto. Pero no podemos negar que este día es bonito. Que la poesía es bonita, en realidad.

Y por ello he querido dedicar este Minuto a profundizar un poquito entre la poesía y el medio ambiente.

Porque todos sabemos que el tema por antonomasia en este género literario es el amor. La poesía se presta a reflejar sentimientos con una fuerza que la prosa no alcanza (o que lleva a cabo de diferente manera, para ser más exactos), y el amor sigue siendo el sentimiento preponderante a la hora de escribir.

Pero la naturaleza, la relación entre las personas y ella e incluso la denuncia de los desmanes que nuestra especie muy a menudo comete contra la que solemos llamar (aunque muy poco tratar) Madre se ha hecho también su hueco, y podemos encontrar interesantes ejemplos de ello.

Y algunos de ellos los recoge Isabel Castillo en el artículo “Siete poemas sobre el medio ambiente de autores conocidos”, que hace un buen resumen de las más bonitas estrofas que autores de muy diversas épocas y lugares han escrito en honor de la naturaleza. Trabajos que, además, os animo a leer. Recoge trabajos tan diversos como:

  • La Tierra, de Gabriela Mistral

  • La canción de los pinos, de Rubén Darío

  • Hombre que mira la tierra, de Mario Benedetti

  • Silva a la agricultura de la zona tórrida, de Andés Bello

  • Paz, de Alfonsina Storni

  • El árbol, de José Joaquín Olmedo

Y “A un Olmo seco”, de Antonio Machado. Poema que, con vuestro permiso, voy a leer en antena, pidiendo perdón de antemano si no soy capaz de leerlo del mejor modo posible.

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Buenas tardes, amigos de Abejar Radio.

Se cumple un año del confinamiento, un año desde que la COVID19 dejó de ser algo lejano que afectaba a China e Italia, para inundar y cambiar nuestras vidas hasta tal punto que hoy, un año después, seguimos sin haber recobrado aquella normalidad, aquella rutina de la que tanto nos quejábamos y que ahora tanto añoramos.

Y durante este año muchas son las reflexiones que al respecto hemos hecho. El planeta respiró, y de qué manera, y ahora tratamos de quedarnos con aquellas buenas prácticas que pueden mejorar nuestra vida a la par que protegen el medio ambiente.

Otras prácticas, como el uso indiscriminado de mascarillas no reutilizables y guantes, echan por tierra los logros que con el aumento de las nuevas tecnologías y la consiguiente disminución de los desplazamientos se puede alcanzar.

Pero hay otro aspecto que me parece interesante, y que es del que hoy quiero hablaros. Y no es otro que la relación entre la pérdida de la biodiversidad y las zoonosis. La zoonosis es el salto de un patógeno desde otra especie animal hacia el ser humano. Y se trata de un hecho cuya probabilidad aumenta con la disminución de la biodiversidad.

Puede parecer una incongruencia, ya que parece que si hay menos animales, lo lógico sería que este riesgo disminuyera. Pero es justo lo contrario, tal y como señalan diversas entidades medioambientales.

Inés Martín, de la Barcelona School of Managment, lo explica muy bien en su artículo “La relación entre la pérdida de biodiversidad y las zoonosis”.

En un ecosistema sano, encontramos especies generalistas (muy flexibles a los cambios del entorno, y que pueden moverse de unos espacios a otros con bastante facilidad) y especies especialistas (muy susceptibles a los cambios y que viven en espacios muy concretos).

Pues bien, en estos ecosistemas se produce el efecto de dilución; es decir, los virus se diluyen entre estos animales, de manera que los especialistas limitan geográficamente la presencia de los virus, a la vez que los animales que más enferman a causa de estos virus son eliminados por los predadores. Dicho de una manera muy poco científica, las especies animales llegan a crear su propio efecto rebaño.

Por otra parte, cuando menor es esa biodiversidad mayor es la proliferación de los virus, y mayor la posibilidad de supervivencia de los individuos más enfermos y, por tanto, con mayor capacidad de contagio.

Así que ya vemos, acabar con la biodiversidad puede favorecer la proliferación de virus animales, como la COVID19 o las gripes aviares, hechos recientes en nuestra historia.

Aunque no sólo la disminución de la biodiversidad tiene este efecto: la agricultura y la ganadería extensivas, el tráfico de especies, la deforestación, los grandes incendios forestales… todo ello contribuye a mermar esta biodiversidad.

Si no cambiamos nuestro estilo de vida por convicción, el egoísmo de no tener que enfrentarnos a episodios como el de esta pandemia puede ser un buen motivo para minimizar todas estas prácticas ¿no creéis?

Hasta la semana que viene, amigos.

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